domingo, 16 de noviembre de 2008

Tumbes

En el viaje de Lima a Tumbes me terminé haciendo amiga de mi compañero de puesto. Compartimos comidas, comentamos las películas que nos pusieron en el bus, me regaló un almanaque y me ofreció llevarme en el taxi que él cogiera hasta la frontera con Ecuador porque según me dijo si me fuera yo sola los taxistas me iban a querer cobrar mucho más de lo que en realidad costaba el trayecto.

Cuando se llega a Tumbes hay que recorrer unos 15 kilómetros hasta Aguas Verdes donde está el puesto de migraciones peruano y luego otros 5 hasta Huaquillas que ya es el lado ecuatoriano.

Yo me acordaba que Simón me había dicho que esa frontera era especialmente fea y Víctor, un amigo peruano de la escuela de cocina me lo repitió antes de salir de Buenos Aires, por eso estaba feliz de tener amigo que me acompañara.

Llegamos a Tumbes, y me subí con mi amigo y sus mil bultos en un taxi de un señor del que parecía era ya conocido, ellos dos adelante y yo atrás. Empezamos a andar por la carretera hacia Aguas Verdes y no sé por qué, empecé pensar que era muy confiada de haberme subido en un carro con dos señores que a penas conocía en un lugar completamente extraño. Antes de llegar al puesto de control peruano mi amigo me hizo cerrar las ventanas del taxi que eran de vidrios polarizados y me dijo

- Usted se baja sella su pasaporte y nosotros la esperamos aquí para pasar a Ecuador

Aquí ya mi desconfianza iba en aumento, por qué me hacía cerrar las ventanas? No sé, ya todo me parecía muy raro. Me bajé del taxi y fuí a sellar mi pasaporte, ahí estaba haciendo mis averiguaciones de cómo llegar al lado ecuatoriano cuando llegó el taxista y me apuró para que nos fuéramos.

- ¡Vamos! ¡que ya te llevamos al otro lado!

Me subí nuevamente al taxi mientras los señores con los que estaba hablando me gritaban

-¡Ojo que ahí están los chorros!

En este punto el corazón estaba a punto de salírseme, no sabía por qué me había subido otra vez ahí. Empecé de nuevo a hacerles preguntas de cómo llegar a la oficina de migraciones ecuatoriana y los dos me daban respuestas diferentes. Finalmente el taxista dijo

-Mira lo llevamos a él a su casa, ahí yo dejo el taxi y te acompaño a que selles tu pasaporte y que compres tu pasaje para Quito.

-Por qué no me lleva primero a mi a migraciones y luego lleva al señor?

Se quedaron discutiendo entre ellos algo que no alcanzaba a oír mientras que entrábamos en Aguas Verdes un pueblo absolutamente caótico, con las calles llenas de vendedores, camiones bici-taxis, todos gritando y tratando de avanzar. El taxista en una de estas calles frenó le dijo algo a un policía y le entregó un billete. A la siguiente cuadra se iba a desviar de la calle principal y ahí aprovechando que una carreta estaba adelante y no nos dejaba avanzar dije:

- Muchas gracias! yo me quedo aquí!

Salté del taxi con mis morralitos casi desmayándome del susto.

No sé si en realidad me iban a hacer algo. Yo pienso en mi amigo, en que en una de las películas que vimos que era de una chica que se disfraza de hombre para poder jugar en el equipo de fútbol del colegio el comentario de él fue "Mire! la niña pudo cumplir su sueño!" Y lo dijo con toda la dulzura del mundo. También pienso en la cara de tristeza que hacía cuando pasábamos al lado de esos desiertos llenos de casitas hechas de estera y cartón y me contaba de los sufrimientos de los muchos pobres de Perú. Y así no lo creo capaz de hacer ningún mal, pero la verdad es que toda la situación fue muy muy extraña.

Todavía temblando fuí sellé mi pasaporte y me subí en el primer bus que conseguí rumbo a Quito.


diciembre 27 de 2006

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