domingo, 16 de noviembre de 2008

Puerto Escondido

Hace dos semanas estuve en Puerto Escondido, Córdoba, en el festival del bullerengue, llevo dos semanas en Bogotá pero creo que en realidad todavía no he llegado. Mi cabeza tiene una emisora interna que transmite una canción de bullerengue tras otra, "déjala di, déjalaaa que se vaya...." y sigue "si se quema el monte déjalo quemaaa" y voy en el bus y estoy en una reunión en mi nuevo trabajo y yo sólo oigo "déjala llorar déjala que llore porque si ella es buena caramba algún día se viene"... Y si dejo ir la mente por su cuenta llega el sonido del mar, el canto nocturno de las ranas y veo muchísimos colores y flores en los vestidos de las bullerengueras y cielos estrellados, y, y, y ... Fueron tres días en los que los sentidos no tuvieron descanso, tenían que estar alerta todo el tiempo para no dejar escapar nada, eran demsiadas cosas nuevas que aprehender, demasiada belleza alrededor.

Puerto Escondido vive el año entero esperando el festival, igual que las cantaoras que llevan veinte años yendo cada año a participar. Son señoras de 70, 80 años, doña Martina tiene 92 y van allí a tener sus tres días de gloria, a cantar en frente de cientos de personas, a olvidarse por un momento que el resto del año tienen que luchar día tras día para sobrevivir, para tener algo que comer, para que las atiendan en un hospital. Por tres días son el centro de la admiración, no hay nadie más importante que ellas.

Por eso la intesidad de esos días porque se concentran ahí tantos sueños!

El lunes después del festival el pueblo es un pueblo fantasma, Puerto Escondido se vuelve a esconder y se respira pura nostalgia. Urian dijo que no conoce a nadie que haya ido y no haya regresado al año siguiente, le creo, es inevitable querer regresar a donde se ha sido tan feliz.

julio de 2007

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