domingo, 16 de noviembre de 2008

Angostura


Siempre me ha causado curiosidad saber cómo es la vida de las personas que viven en esas casitas al lado de la carretera. Esas que son una única casa sin nada cerca,sólo montañas y carretera ¿Quiénes serán? ¿De qué vivirán? ¿Con quién hablarán? Los veo como lugares de quietud, puntos detenidos en el tiempo justo al lado de donde todo pasa, carros, buses, vidas.

Hay lugares tan mágicos, tan llenos de encanto que es difícil creer que existan; cuesta ubicarlos en este mundo, como esas casitas de las carreteras, como Angostura.

Hace más o menos cincuenta años una pelea de gallos en Hatonuevo se convirtió en una pelea entre sus dueños y terminó con la muerte de uno de estos. El sobreviviente huyó del pueblo, agarró el camino de la Sierra, subió y subió hasta llegar a la cima de una montaña y allí se quedó. Pasados diez años abajo, en Hatonuevo, decidieron que ya había sido suficiente tiempo de exilio y un grupo de familiares fue a buscar al fugitivo para comunicarle que ya podía regresar. Llegaron allí y cumplieron su cometido pero el fugitivo estaba ya feliz en la Sierra y no tenía intenciones de volver. Tras escuchar la negativa, el grupo se disponía a tomar camino nuevamente cuando empezó a llover torrencialmente por lo que todos corrieron a refugiarse en la solitaria casita de la cima de la montaña. Estando allí todos apretados unos contra otros, alguien exclamó "¡uy! ¡Qué angostura!" Pasada la lluvia unos volvieron a Hatonuevo, pero otros tantos decidieron quedarse.


Para ir hoy a Angostura hay que tener muchas ganas de llegar, de lo contrario el camino de hora y media lleno de piedras y lodo y, más tarde, la espesísima niebla pueden llevar a desistir a las voluntades más débiles. Sin embargo, para los que deciden continuar y se encuentran con las bandadas de libélulas y sobrepasan la niebla y ven aparecer el sol en el momento menos esperado, es evidente que ese camino hace parte de la magia del lugar.



El pueblo tiene ocho, diez casas hechas con pedazos de madera y de latas ocupadas por una sola gran familia que gira en torno a la Mami, una señora de más o menos cuarenta años con tres hijas, tres yernos, doce nietos y unos cuantos sobrinos y sobrinas con sus respectivas familias. Todos son negros y todos son de una belleza y gracia abrumadora, la cual sale a relucir en todo su esplendor a la hora de la parranda, porque aunque allí todos son agricultores para sobrevivir, son vallenateros para vivir. Motivos para festejar siempre existen: una visita, la víspera del día de la madre, el día de la madre, en fin… y entonces al calor de unos chirrinches* sacan acordeones, cajas, guacharacas y uno por uno van cantando vallenatos propios y ajenos con todo el sentimiento.


La noche que yo estuve hubo parranda, por supuesto, y allí, a un ladito en la casa de la Mami, un gato dormía sobre el lomo de un perro que hacía lo mismo, "eso es Angostura…" me dijo Gonzalo. Pura magia.



* El chirrinche es una bebida alcohólica, un destilado de la caña muy popular en la zona más norte del Caribe Colombiano.


mayo de 2007

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