miércoles, 29 de septiembre de 2010

Una tarde en Bogotá

Hace unas tardes volvía a mi casa en un bus sentada en el último puesto junto a la puerta de salida. Desde ahí veía como el bus se iba llenando y la gente se apretaba una contra otra perdiendo la mirada y el pensamiento en algún otro lugar para hacer soportable el recorrido.
En cierto momento los pasajeros empezaron a subir por la puerta de atrás porque por la de adelante ya no cabía nadie más. La última en subirse antes de que yo me bajara fue una señora, cuarenta , cuarenta y cinco años. Ella buscaba perder la mirada sin lograrlo, no conseguía evadir el momento, trataba de acomodarse infructuosamente hasta que decidió sentarse en uno de los escalones de la escalera de salida. Buscó algo dentro de una bolsa de plástico, sacó una botella de aguardiente aún sin abrir, la destapó, bebió un sorbo largo y reconfortante, la tapo y la volvió a guardar. La gente alrededor la miraba con desaprobación, ¿cómo una mujer va a estar bebiendo sola en un bus a las 4 de la tarde? Ella, sin darse cuenta de las miradas reprobatorias a sus espaldas, empezó a llorar amargamente, muy amargamente. Intentaba no hacerlo, pero cada vez lágrimas más cargadas caían.
Yo no quería mirarla para darle algo de privacidad, sí, lo sé, privacidad en ese lugar, ¡Qué absurdo! Pero a la vez quería mirarla y hacerle saber que de alguna manera no estaba sola, que entendía su tristeza más allá de que no supiera la razón. Pensaba yo, -Sí, es fácil sentirse inmensamente triste en este mundo, inmensamente solo aún, y más aún, si se está tan rodeado de tanta gente como en un bus.
No supe en qué momento decidió hablarme,

-¿Sabe qué me pasa? ¿Sabe cuál es mi tragedia? Ayer me mataron a toda mi familia ¡a cinco me los mataron! Allá en Rioblanco, ¿conoce Rioblanco? Cerca de Chaparral

Rioblanco ha venido siendo una constante en mi vida en los últimos diez años. Para la tesis de pregrado trabajé con desplazados de Rioblanco oyendo las historias de cómo huyeron al ser catalogados de colaboradores de alguno de los dos bandos. Este año por trabajo tuve que ir unas semanas y estuve escuchando las mismas historias de muertos de un bando y del otro.

- Sí, sí conozco.
- Bueno cerca de allá. Allá no debe conocer, Bilbao.

Y sí, también conocí Bilbao este año. Un pueblo de dos calles al que se llega después de tres horas de andar por una carretera en el peor de los estados. No creo que más del 1% de la población colombiana haya estado alguna vez en Bilbao y entre todos los buses que hay en Bogotá y entre toda la gente que estaba en este bus fui yo la que quedé a su lado y fui yo la que decidí no ignorar su tristeza, justamente yo, tal vez la única que sabía que Bilbao existe ¡Qué manera misteriosa de tejerse tiene la vida!

-Sí, sí conozco.

-Allá, allá en Bilbao me los mataron por una vacuna* que no podíamos pagar. Allá llegaron anoche y me los mataron a todos, a mi papá, mi mamá, mi hermano, la esposa, mi sobrina. Y esa es mi tragedia ¿Cómo sigo yo viviendo ahora? No puedo ni ir a enterrarlos. Eso es lo que pasa ahora que mataron al Mono ese. Eso es lo que van a hacer ahora.

Mientras ella me hablaba durante los cinco minutos de camino que quedaban antes de llegar a mi casa yo pensaba que tenía que hacer algo para hacerla sentir mejor, pero lo único que hice fue decir “lo siento” una y otra vez, abrazarla y dejarle mi puesto para que se sentara. Me bajé del bus y lloré por su tristeza y lloré por este país sembrado de tumbas y lloré de vergüenza por saber que iba a llegar a mi casa a tomarme un café caliente, a ver el partido de fútbol mientras ella hacía su duelo en el bus.



* Impuesto cobrado por la guerrilla.

martes, 1 de junio de 2010

Desamor de País

Ayer fue un día difícil de soportar, hace mucho no sentía una desazón tan profunda, una incomodidad tal en el mundo . Desde la última vez que se me rompió el corazón no me sentía así. Sufro de desamor de país.
En realidad no sé porqué, estaba segura que las mafias que se han hecho desmedidamente poderosas en estos 8 años de uribato no se iban a quedar tan tranquilas viendo como llegaba un gobierno legal y les quitaba sus privilegios y seguramente judicializaba a muchos de sus miembros ¡era obvio! Lo sabía...
Esperaba, eso sí, que la movilización de las "fuerzas del mal" se diera en la segunda vuelta, no en ésta, y menos esperaba que fuera de una manera tan descarada! ¡25 puntos de diferencia cuando las encuestas daban si mucho el 5%!
Todos los medios hablan ahora de lo mucho que se equivocaron las empresas encuestadoras, y ellas dicen que el desfase está en la volatilidad el electorado. No lo creo.
Creo que sucedieron dos cosas, una, inflaron los votos de Mockus ¿con qué intención? no lo sé muy bien, ¿aguzar a la derecha para que desplegara toda la maquinaria? ¿hacer que se confiaran los verdes?¿Quitarle votos a los demás candidatos y en especial al Polo como lo decía Petro? ¿Todas las anteriores? Y la segunda es que estas empresas no pueden calcular cuántos votos se van a comprar. Deberían tenerlo en cuenta para las próximas encuestas e incluir una pregunta que sea "¿tiene usted pensado vender su voto?"
Llegan denuncias de todo lado, alguien que vió como comparaban votos a 20.000 en Atlántico, un video en youtube que muestra como repartían perros calientes en un lugar de Bogotá, otros me dicen que vieron gente vender su voto por 25.000 en Unicentro. ¿Y pasa algo? No, evidentemente no. Santos celebra y le da las gracias al presidente porque tuvimos las elecciones más tranquilas de los últimos años.
Subestimé completamente la suciedad de la politica en este país, algo nada sabio después de ser testigo de la parapolítica, falsos positivos, agroingreso seguro y las chuzadas del DAS. Está claro que el uribismo no tiene límites, habrá que prepararse para 8 años más y saber que en este país todo siempre podrá ser peor.

sábado, 22 de mayo de 2010

Instantes de felicidad

Siento un placer inmenso al viajar por carretera en este país, ver las vidas que pasan, los colores, los olores. Olor dulce de guayaba y mango, ácido de hierba de tierra caliente. Por algunos instantes siento que no puedo ser más feliz, mientras oigo música y el viento entra con toda su fuerza por la ventana acariciándome. Cierro los ojos y el sol juega con las hojas de los árboles creando sombras, y siento el color de la luz en mis ojos cerrados, naranja, rojo, amarillo, sombra, negro, destello amarillo. Quisiera grabar cada imagen, cada sensación, de esos momentos en que la belleza está en todos lados.

jueves, 13 de mayo de 2010

Espacio para no olvidar



Volví hace una semana a Bogotá y me la encontré con sus paredes llenas de los afiches que usaron en su momento las campañas de Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo Ossa.

Varios sentimientos se me mezclan al verlas, tristeza por lo que pudo ser y no fue, rabia por la impunidad, curiosidad por saber quién está detrás de ésto y finalmente gratitud para esos que lo hacen. Hoy después de 20 años no se olvida.



miércoles, 24 de marzo de 2010

Otras Historias

Hace unos días llegué a Bogotá y siento que estoy en un país diferente a aquel en el que estuve el último mes: el sur del Tolima.

Por esos lados nacieron las FARC y aún hoy la guerrilla tiene el control de esta región. Me decían algunas personas que desde que Uribe es presidente hay más presencia del ejército en los cascos urbanos, pero que desde el monte la guerrilla es la que realmente domina la zona. Ellos saben todo lo que pasa. "Por aquí no hay ladrones, ni viciosos, ya los mataron a todos" , me dijo un señor en un tono que no me dejó saber si era en broma o en serio.

La gente vive con miedo, pero es un miedo al que ya están acostumbrados, saben qué hacer y qué no hacer. En las zonas rurales no se puede mostrar ninguna deferencia con el ejército nacional, saludar, ofrecer un jugo, vender un almuerzo porque inmediatamente la guerrilla puede acusar de ser colaborador del ejército. Pero más cerca de los pueblos la fidelidad al ejército se tiene que demostrar a pesar del acoso de la guerrilla. Conocí a una familia a la que por 4 años tanto un bando como el otro acusaban de ser aliados del enemigo, porque en alguna ocasión miembros de los ejércitos pasaron por allí pidiendo comida. Finalmente uno de los bandos asesinó al padre del hogar. También escuché la historia de una mujer que está totalmente enamorada de un soldado, pero no puede contarle a nadie de su amor porque sabe que su vida estaría en peligro.

***

Llego a un salón de preescolar en la escuela del pueblo, es un salón como el de cualquier otra escuela, carteles de colores pegados en las paredes, el tablero en otra, juquetes acomodados en un mueble en una esquina, pero de pronto empiezo a notar grandes huecos en el techo. Le pregunto a la profesora qué pasó y me dice que son producto de las balaceras, "sí porque el ejército se hace aquí abajito para atacar a la guerrilla, entonces a nosotros nos llegan las ráfagas"... esas ráfagas han dejado huecos que 10 cm de diámetro... Pero ella me lo dice sin el menor cambio en su voz, sin siquiera fruncir el ceño. Le pregunto cuándo fue la última balacera y me dice que no hace mucho, que ya no se acuerda exáctamente cuándo fue porque "¡como hay tantas!", pero eso sí se acuerda que hace 15 días hubo una masacre allí cerquita de la escuela, "llegaron a una casa y mataron a toda una familia".

El coordinador de un colegio me cuenta que los niños están tan acostumbrados que ya no le tienen miedo a esos enfrentamientos, que por el contrario, cuando hay balacera los profesores se tienen que poner atentos a no dejar que se escapen del colegio "porque a los niños lo que les gusta es ir a ver la accción desde bien cerquita".

***

Hablando con el alcalde de un pueblo, un señor que me dio la impresión de ser muy honesto y de haber llegado hasta allí por la sincera voluntad de ayudar, me contaba que él no puede salir de la zona urbana a menos que sea en helicóptero. El año pasado llegó al pueblo el Señor presidente a uno de sus consejos comunitarios y desde allí el alcalde es visto como partidario del gobierno y por ende enemigo de la guerrilla. Me contó que el año pasado salió del país por unos días y allí caminando por unas montañas parecidas a las de su pueblo volvió a sentir la libertad.

Cada vez que salgo de Bogotá siento que vivo en una burbuja. Esta vez salí para encontrarme de frente con la violencia, con el absurdo. Pero también descubrí la belleza de seres humanos que a pesar de las condiciones en las que viven, sonríen, perdonan y siguen intentando construir un camino diferente.

viernes, 22 de enero de 2010

Contradicciones

Tengo una rara sensación con la solidaridad de los colombianos frente al terremoto de Haití. Todos los noticieros muestran las instalaciones de la Cruz Roja desbordándose de mercados donados. Hay puntos de acopio en toda la ciudad, algunas barras bravas de los equipos de fútbol decidieron dejar de gritar y pelearse por un momento y dedicarse a recolectar comida. Gente llega con carros llenos de comida desde el llano, el valle, la costa. Incluso los presos de no recuerdo qué cárcel decidieron también hacer su propia campaña de ayuda. Al tercer día del terremoto yo misma quise salir a recaudar cosas en mi barrio, hasta que la administradora del conjunto me lo prohibió argumentando que si se hacía tal campaña no debería obedecer a mi iniciativa particular sino a una acción programada desde la administración, la cual, por supuesto, nunca organizó.

Según las últimas noticias que leí , a nivel nacional iban recaudadas ciento noventa y tantas toneladas de comida, ropa y enseres y un millón de dólares. ¡Es maravilloso! Pero no puedo dejar de pensar, ¿por qué no somos tan solidarios con los 4 millones de desplazados que hay en el país?
Es gente que de un día para ha perdido su casa, su fuente de empleo y en la mayoría de los casos algún familiar. Hay miles de niños huérfanos no por un terrible movimiento de la tierra sino por las balas. Una familia desplazada llega cada hora a Bogotá. ¿No es esa una cifra aterradora? ¿No es una situación que debería movilizarnos a todos?

La tragedia de los desplazados es una realidad deliberadamente ignorada. Sólo cuando irrumpen nuestra cotidianidad en un bus, en una esquina o tomándose un parque de la capital nos acordamos de su existencia, eso sí, siempre lejana a la nuestra. Podemos imaginarnos ser víctimas de un terremoto, pero ¿ser desplazados? No, eso no, eso es para los que hacen parte del conflicto armado.

Es fácil comprar un mercado y sentir la satisfacción inmediata del deber cumplido, es mucho más difícil revisar nuestra historia, nuestra realidad. Ver que la comodidad de muchos significa la miseria de otros. Que el poder ir a la finca gracias a la tan proclamada seguridad democrática significa la inseguridad para otros, significa también menos acceso a salud para muchos y menos cobertura de la educación pública. Es más fácil ignorar a los más de 4 millones sin techo de este país y sufrir por los de Haití.