viernes, 12 de diciembre de 2008

de mi corta filiación partidista

Hace un poco más de un año decidí afiliarme al Polo Democrático Alternativo. Pensé que debería superera mi escepticismo en los partidos políticos y comprometerme un poco más con un proyecto político con el que me sentía medianamente identificada; total ya había votado por el Polo un par de veces, había celebrado la elección de Lucho para la alcaldía de Bogotá y en las elecciones presidenciales me emocioné y hasta lloré con el discurso de Carlos Gaviria en el que reconocía la derrota. Dijo esa noche citando a Borges que "la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece", lindo!... y dijo que los cuatro años que venían iban a servir para que el proyecto político del Polo se siguiera consolindando y así llegar más fuertes a las siguientes elecciones.

A comienzos del 2007 mi simpatía por el partido se hacía más fuerte, las intervenciones de Petro en el Senado sobre las Convivir y el paramilitarismo en Antioquia me parecían los más grandes actos de valentía y fueron la invitación final para unirme al Polo.

Después de ese momento de unión máxima con mi partido la desilusión empezó... Primero Samuel Moreno ganó la elección interna para la candidatura a la alcaldía. Eso lo superé, y hasta vote por él... Pero luego, vinieron las peleas internas, entre Gaviria y Lucho, entre Gaviria y Petro. Lucho mostró que, como lo dijo Antonio Caballero en una columna reciente, él es exclusivamente Luchista... Y ese ego enorme, enceguecedor en personajes que están al servicio público me empezó a hacer desconfiar profundamente de ellos.

Esta semana cualquier sospecha que pudiera tener en el partido se vió ampliamente sobrepasada por sus actos: El Polo le dio sus votos a Alejandro Ordoñez para la procuraduría! votaron por un señor que al mejor estilo nazi hace quemas de libros! Y Gustavo Petro justifica al partido diciendo que no se puede juzgar a nadie por sus convicciones religiosas o morales... Primero, no se trata de juzgar o no, y segundo ¿no son las convicciones religiosas y morales parte de una ideología? y ¿no es la ideología el fundamento de un partido político? yo así lo creía y en algún momento me sentí representada por un partido que defendía la pluralidad y la vida frente a un gobierno que en cada uno de sus actos la niega.

Es curioso que el gobierno haya empleado tantas artimañas, tantos trucos sucios para desprestigiar al Polo y al final de cuentas es el mismo Polo el más efectivo en desprestigiarse a sí mismo con actos como este.

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Mis respetos a Jorge Enrique Robledo y Luis Carlos Avellaneda por haber ejercido la Objeción de Conciencia.



martes, 2 de diciembre de 2008

Berlín y yo

He de confesar que mi amor por Berlín es absolutamente condicional. En junio cuando llegué nos amábamos locamente, ella me daba días largos y soleados y yo andaba por sus calles en chanclas y faldita sin entender porque un día de febrero 10 años antes la había abandonado sin remordimiento alguno.
A finales de agosto la pasión continuaba y yo manejaba mi bicicleta por una ciudad verde como pocas. Salía a correr alrededor del canal y veía gente sentada haciendo música, otros oyéndola, algunos comiendo, otros hablando y oía español, turco, francés, polaco, italiano, inglés a lo largo de mi recorrido.
Sí, una de las mayores armas de seducción que tiene Berlín es Kreuzberg, mi barrio, barrio de inmigrantes. La mayoría turcos, pero en realidad se ve gente de todos lados, latinos, africanos, españoles y sí, uno que otro alemán. Es un barrio lleno de olores, colores y sonidos, donde la vida está más viva.
En septiembre los días se hicieron más cortos y fríos, algunos de ellos con lluvias, pero el naranja el rojo y el amarillo se empezaron a tomar las hojas de los árboles y así la ciudad con otra tonalidad me seguía seduciendo, mientras yo le juraba amor eterno.
Sin embargo, nuestra relación empezó a tambalear en octubre con cada árbol sin hojas que me encontraba a mi paso.
Al mes siguiente la pasión terminó apagándose complétamente con la ausencia definitiva del Sol y el descubrimiento de que la alegre multiculturalidad de mi barrio allí se queda, en mi barrio, pues en este país los inimigrantes seguimos siendo indeseables que usurpan oportunidades. Así, en noviembre, cuando empezaba a acostumbrarme a su cercanía tuve que despedirme de Nicole, mi amiga brasilera quien tuvo que irse "por su propia voluntad" antes de que la deportaran. Su esposo alemán se quedó aquí mientras termina este año laboral, luego se va a Brasil, de donde, dice él, espera no tener que volver en mucho tiempo. Berlín fue para él el escenario de la separación de su amor.
Ahora estoy superando esos momentos de profunda desilusión y desamor y ella, Berlín, hace intentos esporádicos de reconquistarme, como el día de mi cumpleaños en el que al amanecer me regaló mucha mucha nieve y después hizo que el Sol brillara para mí en un cielo muy azul... Entonces, durante esos cortos momentos en que el Sol brilla nuevamente, o en los que cae nieve vuelvo a enamorarme de esta ciudad y sonrío sabiendo que nuestro amor no es eterno.